miércoles, 16 de noviembre de 2011

Shit Happens

Era social, era carismático, era popular, era buen bailarín, era como Dios pero mas guapo; eso era yo hace algún tiempo.
Muchos dicen que no hay que vivir en el pasado, pero ahora, eso es todo lo que me queda. Y eso es lo que vengo a contarles, no es que yo sea un mártir, ni siquiera me considero quejumbroso, como sé que lo son la gran mayoría de las personas, pero en mi caso, SI hay una razón que me justifique, y no, no es porque la persona que amo no me corresponda, o porque se murió mi perrito, o porque se le gastaron las pilas a mi control de la tv, o porque soy pobre, o cualquier cosa de las que se quejen ustedes por gusto o costumbre, y que pudieran confrontar o solucionar. Yo sí tengo derecho.
Todo comenzó el día 22 de abril de 1998, me encontraba en la escuela, como casi todos los niños de clase media/baja como yo, y sonó el timbre que indicaba que terminó el recreo, yo había tomado un jugo, que bajó como rayo hacia mi vejiga, si, mi frágil y pequeña vejiga de niño de 7 años, que dio batalla durante varios minutos, conteniendo las embestidas líquidas que volvían a la carga cada vez más fuerte, hasta que sin poder aguantar un minuto más, decidí levantar mi mano tímidamente anhelando que la maestra dirigiera su mirada hacía donde yo me encontraba sufriendo, pero no, seguía leyendo su TvNotas. Supe que debía actuar rápido, así que llene de aire mis pulmones, sabía necesitaba un grito fuerte, uno que pudiera atravesar las demás voces que flotaban en el ambiente; me levante de mi mesabanco agarre mi vejiga en señal de dolor y grite con fuerza y claridad:
-MAMAAAAAAAAAAA!!!!!
Ese fue mi fin, lo sabía la maestra, lo sabían mis amigos, lo sabía yo.
Justo en ese momento todos quedaron callados, y, un segundo después, una explosión de risas me ensordeció y, más importante, ensordeció a mi maestra. Mis gritos de "¿Puedo ir al baño?" eran solo palabras que nunca llegarían a ser escuchadas, jamás. Pude sentir como mi zapato Panam era salpicado por una gota, una lágrima; en ese momento pensé que llorando podría drenar al menos un poquito de líquido, pero no, fue una y solo una lágrima, de verdadera tristeza. Sabía que había fallado en mi mejor intento, así que solo me quedo sentarme e improvisar, y por improvisar me refiero a mojar mis pantalones, mi trusa de bugs bunny, mis calcetines nuevecitos y por supuesto mis siempre fieles tenis Panam. Así que si me quedo algo de dignidad después de decirle "mamá" a la maestra, práctimente me encargue de liquidarme por completo. Es verdad que tuve la ligera esperanza de poder ocultarlo con mi mochila de ruedas, esperar que todos se vayan sin verme así, herido de muerte; pero el charco que se formaba, pronto alcanzo dimensiones bíblicas y me dio la estocada final.
Se empezaron a escuchar los murmullos de las niñas dicendo:
-¿Que es esto?
-No sé, pero ya se mojó mi mochila.
-¿De donde viene?
Bajé la cabeza, me cubrí la faz con los brazos y no dije nada más por el resto del día. Creo que no es necesario contarles si descubrieron de donde provenía el misterioso charco amarillo, ni que tan vergonzoso fue.
En fin, a partir de ese día mi vida fue, tal vez, un poco diferente. Y no me tuve que cambiar de nombre, ciudad, o siquiera, de escuela; tampoco tuve que matar a los testigos (no a todos).
Porque aunque no lo crean, a partir de ese momento, comprendí que nada es tan malo, ni dura para siempre, sólo mientras vivas.

¿Piensas en mí?

¿Piensas en mí? ¿Recuerdas nuestros días bajo el sol?  ¿Sientes un hoyo en el corazón?  Al ver hacia adelante ¿encuentras el principi...