En el mar colorado
En el mar los primos
jugaban entre ellos, como diez o veinte güeros jugueteaban entre espinos sin
zapatos en el norte de la península junto al mar cristalino a un lado del mar
rojo de la sal. Primos y tíos tenían la misma edad y la memoria permitía en
esos tiempos recordar todos los nombres que se escuchaban una o dos veces, los
hombres se iban a secar sal y las mujeres cocinaban, planchaban y azotaban a
los niños con sogas de fibra natural saturadas de agua cuando se portaban mal.
El calor, la falta
de comunicación o películas barrera provocaron el crecimiento de las familias,
donde las hermanas mayores eran las mamás de los niños después de los 3 años y
las señoras atendían a los bebés. A pesar de la falta de tecnología los días no
eran faltos de actividad, se improvisaban juegos de chácara pintando sobre el
concreto con piedra caliza, se jugaba béisbol y cuando el sol empezaba a caer
busca-busca para aumentar la dificultad.
Hay gente que dice
que la magia existe, solo se fue de la ciudad, de esa manera en algunos juegos
de repente niños mágicos completaban los equipos, era común oír historias como
“me correteó el alux o me tuve que venir porque estaban tirando piedras”,
casualmente esto ocurría en navidad, quizás porque los adultos diluían su
sangre y estaba bien que los niños jugaran de noche esos días.
Algunas
observaciones científicas provenientes de esos niños suenan interesantes para
quien es parcialmente ajeno a esa atmósfera como:
· Nosotros nunca fumamos hasta que vino esa
chiquita de Mérida, o me tenía que subir la falda porque esa niña tenía cara
más bonita que yo, pero nunca tuvo mi cuerpo (psicología o sociología).
· Un día hicimos una palanca y empezamos a
impulsar piedras, todo iba bien hasta que se nos ocurrió poner una botella de
vidrio que se estalló en la puerta y le abrió un hueco en la cabeza a nuestro
hermanito (física)
· Me robé un pedazo de carne cruda, pero por
mala suerte mi mamá me vio y eché a correr sin ver un clavo en el suelo que
atravesó mi planta, sin embargo, el miedo me impulsó a seguir corriendo a pesar
de la sangre que brotaba (medicina).
A mitad de la semana
pasada, murió la matriarca de aquella familia quien impulsó a todos y cada uno
de esos niños a alturas que jamás conoció, si descansa ahora es porque lo tuvo
muy bien merecido.
El triste objetivo de la vida
Habían estado
intentando pegarse por bastante tiempo ya, pero la falta de medios, lugares y
ocasiones frenaban la satisfacción parcial de sus necesidades, y se dice
parcial porque la urgencia había provocado que experimentaran todo eso que los
matrimonios o uniones de humanos con más años anhelan porque lo tuvieron en sus
veintes y lo perdieron con la rutina.
Rodaron algunas
veces sin indumentaria cuando los dueños de las casas se descuidaron por más de
veinte minutos, sin embargo, la programación celular y las horas de videos de
prácticas similares consumidas por la mitad de la pareja interesada no eran
suficientes para concluir con éxito la empresa y muchas veces acabó el ensayo
en un incremento de frustración y algo de odio pasajero por los roces y la
fricción acrecentada de superficies adherentes en el calor de más de 38 grados
con solo abanicos de pie.
Después de muchos
simulacros, la oportunidad vino con una salida por panuchos, que tal vez
ocultaba un motivo secundario, tal vez los que salían buscaban una oportunidad
en la soledad tanto como los que se quedaban. Al amparo de la oscuridad y la
ayuda instrumental de dispositivos donados por el gobierno entregados por gente
aleatoria en el centro de la ciudad, el objetivo se alcanzó entre gritos y
falta de conclusión por ambas partes después de años de fallidos intentos.
Y si a alguna
conclusión se tuviera que llegar, ellos podrían decir que existe cierto
resentimiento contra Dios cuando el logro de una tarea que se antojaba
imposible al principio llega a término, y la recompensa no resulta ser como la
pulsión de la urgencia anunciaba cuando te indicaba que todas tus energías, o
la mayor parte de ellas, deberían estar enfocadas a su satisfacción.
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