martes, 12 de junio de 2012

Nuevo Canal



Pasa, qué pasa, pasa que no pasa lo que quiero que pase, porque no quiero que pase o porque no sé qué es lo que quiero.
En un viaje a través de la república dedicado a conocer nuevos lugares y olvidar viejos rencores pasé el 92.3 por ciento del tiempo pensando en una mujer que superficialmente conocí y con la cual no tengo ningún tipo de futuro. No puedo escribir acerca del amor por la misma razón que Tyson Gay nunca será plusmarquista, alguien mejor que yo vivió en mi misma época y se llevó mi chocolate.
No sé si yo soy tan idiota que creo que los demás están pendejos o si los demás están tan pendejos que creen que yo soy un idiota, el caso es que tomo para olvidar ese cisma que creo errónea o acertadamente existe entre mi persona y casi todos los demás. Tomar me llevó a experimentar muchas situaciones, la mayoría no recuerdo o finjo haber olvidado.
En una casa de extraños tabasqueños me senté a oír como hablaban, platicaban las mujeres de lo feos que eran sus pretendientes; no lo pensé en el momento, es más hasta ahora caigo en cuenta de que ellas en si mismas eran algo incómodas de ver. Los tabasqueños disfrutaban diciendo coño por cualquier cosa que se ofreciera, que entró el gato ¡coño!, que se cayeron las llaves ¡coño!, que Dirac compartió el Nobel con Schrödinger ¡coño! Todos los que estaban sentados en la reunión conmigo presentaron exámenes de admisión en las universidades de mi tierra natal y no entraron, excepto uno.
El viaje me sirvió para cambiar de aires y para caer en cuenta que mi cara anima a policías municipales y estatales, federales y militares a hacer preguntas. Era joven y con barba, sin aspiraciones y con un perro, pasaba mis días iniciando toda clase de libros, libros de economía, histología, fisiología, sociología y compilaciones completas de condoritos, libros que nunca terminé ni leí más de 40 páginas.
Pretender leer me ayudó a olvidar que mi tesis no iba a ningún lado, que el dinero de mi beca apenas alcanzaba para pagar el alquiler y el plan de datos que me servía para abrumar con mensajes cada 10 minutos a una muchacha que me había sonreído una vez a la media noche por cortesía debido a que llevamos a una amiga mutua a su casa. El remedio no duró mucho, pronto se acabaron los libros para pretender leer y mi principio de obesidad empezó a pasar factura, no podía pasar mucho tiempo sentado porque quedaba pegado a la silla y tampoco podía acostarme porque luego era una labor titánica levantarse, mi solución fue pedir prestada una televisión.
La nueva televisión proporcionaba acceso a 6 canales de manera gratuita, todos y cada uno de ellos a color y con sonido estéreo, daba acceso a toda clase de programas desde emisiones de rumores del espectáculo hasta transmisiones que proporcionaban información inexacta acerca de las luminarias de la televisión nacional.
Un día desperté y al no poder iniciar mi computadora debido a que puse mal mi contraseña 3 veces encendí el aparato televisor y cuál fue mi sorpresa al encontrar que un nuevo canal se unía a los otros 6 de indudable calidad. Durante 9 días no salí de mi casa por quedarme a ver los programas del recién descubierto canal, en realidad ya llevaba más de 2 meses sin salir de mi casa, pero esta vez hubo una razón específica.
Cuando la fiebre de la televisión acabó intenté encender mi computadora de nuevo y vi que habían varios mensajes de dos mujeres que rechacé unos meses antes de estar obeso, pensé: invitaré a cada una a ir a un lugar gratuito distinto de manera que quede abierta la posibilidad para cualquier cosa.
Pasaron dos días, las invité, aceptaron y nunca les volví a hablar.

1 comentario:

Salbut :3 No me reconozcas dijo...

Lo admito, pensé, que sentido tiene esto, pero después de la tercera ocasión definí una respuesta. Pregúntale a Memo.

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¿Piensas en mí? ¿Recuerdas nuestros días bajo el sol?  ¿Sientes un hoyo en el corazón?  Al ver hacia adelante ¿encuentras el principi...