viernes, 8 de junio de 2012

Aire acondicionado


Hay una clase de enigmático deseo por aquello que se desliza entre la bruma y aleja por las sombras. Algún tipo de fascinación por aquello que no se puede tener o que en el estandarte de la lejanía se mantiene perfecto, deseable y puro.

Incontables fueron esas noches en las que aquel joven suspiró por aquella ninfa de corazón de temperatura incierta.

En la sonrisa guardaba el hechizo, ofrecida a todos, existente para unos pocos. Sólo unos cuantos descubrieron la diferencia entre la sonrisa verdadera y la del encanto vaporoso, algunas víctimas de la novedad aspirarían a un futuro imposible con aparente esperanza.
No se pudieran clasificar sus ojos como especialmente privilegiados o sus formas como únicas, su cabello no ondulaba como el mar del verano ni su piel era tan suave como la espuma, algo de magia se escondía en sus tiernas mejillas o era algún hechizo el que convertía su experiencia en falsa ingenuidad.
No quisieras conocerla así como los valientes marinos que acompañaron a Odiseo encontraron su destino en los diabólicos cantos de sirenas.

Hay quien pudiera pensar que es más feliz el que nunca conoció al aire acondicionado en comparación con el que a éste una vez fue presentado y de sus bondades fue apartado.

1 comentario:

Sal-But dijo...

Esa es la gran verdad, nos enamoramos de lo que no podemos tener. No tiene que ser especial, pero el simple hecho de estar fuera del alcance de nuestras manos nos lleva a desearlo.

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