Aquí estoy en el hospital una vez más, la fila en la sala de
espera es interminable y para colmo todos parecen estar muriendo, me conformo
con al menos uno que tenga solo una gripita para que esto se agilice, además, no
hay ni siquiera una sola mujer que valga la pena observar por más de 3
segundos, bueno excepto tal vez la que tiene un juanete con forma de hongo,
ella si me dio curiosidad; pero fuera de eso, nada de nada. ¡Dios, como odio
estar aquí! Para colmo no hay ninguna tele encendida donde al menos pueda ver
el futbol o las caricaturas, o ya de plano, La Rosa de Guadalupe, no hay pedo
que no tenga volumen.
El aire acondicionado dejó de funcionar desde hace un rato,
que bueno, porque ya me había desesperado el tipo que estaba temblando ahí
abajito de las ventilas, si tiene tanto frío que se vaya junto a la gorda del
rincón. Aquí viene, ya la sentí, otra gota de sudor, sabía que no debería haber
traído esta ropa, solo a mí se me ocurre venir tan caluroso.
Debí haber comprado una revista o ya de plano un periódico antes
de venir, pero estaba tan apurado que no lo pensé, por eso ya tuve que leer
esta caja de medicinas por 3ra vez para ver si así me entretengo.
De repente un señor se me acercó y comenzó a hablar pero no
le presté mucha atención, porque me quedé viendo fijamente su nariz, tenía algo
así como granos con pus. Que desagradable.
Una hora pasó y como vi que esto no iba a ninguna parte ya
no aguanté más, me levanté y le dije a la enfermera:
-Cancele mis demás citas, ya no voy a atender más por hoy.
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