martes, 31 de agosto de 2010

Dinero y presunción por Memo

Primero hablaré de la presunción.
Desde tiempo inmemorial me han dicho que es malo presumir. Yo digo que si eres bueno en algo, ¿por qué no decirlo? Es decir, ¿por qué tendrías que mantener el perfil de mediocre cuando eres claramente superior en alguna actividad? La importancia de esto radica en que considero que siempre la gente más idiota tiene las mejores cosas, y la gente que en realidad tiene habilidades pero es víctima de la modestia termina limpiando las piscinas de los que se vanaglorian de virtudes inexistentes.
Así que, amigo, si eres bueno en algo no dudes de publicarlo; pero si eres un idiota y publicas tu grandiosidad te recomiendo una buena dosis de golpes que cualquier golpeador del lugar que frecuentas te puede dar, pues no hay nada más asqueroso que alguien estúpido pregonando ser el Mesías.

Es el turno del dinero.
Entramos aquí en un tópico bastante interesante. Siempre nos dicen que el dinero no es la felicidad, pero no nos dicen que no hay felicidad sin dinero. Dime si podrías ser feliz si te estás muriendo de hambre, ¡ahh! ¿verdad que no?
En realidad, esto siempre pasa con las cosas buenas. Siempre nos dicen que si una persona es fea debe tener buenos sentimientos o cualidades sobresalientes, pero eso no es cierto, como tampoco es cierto que los pobres sean los más felices: en realidad es todo lo contrario, por lo general viven frustrados y aplastados por las otras clases sociales.
Un componente indispensable para la felicidad es el dinero. Si no existiera el dinero, tal vez existiría otro método de intercambio como el chocolate, y así la frase cambiaría a "Un componente indispensable para la felicidad es el chocolate".
Lo dejo a tu criterio.

LNP*. Guillermo Hernández Carrillo
*Licenciado en Nada en Particular

"La mejor decisión" por Gallo

Esta historia se remonta a aquellas épocas cuando solo existían 150 pokemons. Todo empezó uno de esos miércoles que parecen lunes pero que desearía que fueran viernes. Prometía ser un mal día ya que había clase y como de costumbre había "olvidado" hacer la tarea, pero por fortuna no lo fue ya que mi maestro nunca llegó y yo no podía haber sido más feliz, de verdad me encontraba muy motivado por esa pequeña victoria en contra del sistema. Pronto pensé que nada podía salirme mal en aquel miércoles que parecía lunes pero que seguía deseando que fuera viernes, así que decidí hacer el siguiente movimiento, invitar a salir a aquella tipa que tanto me gustaba y que sentía que tal vez yo podría llegar a simpatizarle al menos un poco. Así que la busqué por todos lados y nada, le hablé al celular y contestó ella.
-Hola soy Gallo - dije
-Ya se, por si no sabes los celulares ya vienen con identificador de llamadas- contestó ella y me hizo sentir bastante ridículo
-Ahh es que no creí que tengas mi número- dije tratando de justificarme
-Me lo diste ayer por el chat- me volvió a contestar
-Es que me salió que no se envió el mensaje- mentí y sentía que volvía a tomar el control
-Pero incluso te timbré para darte mi número-dijo ella y todo se derrumbó
-Maldita perra- susurré en un momento de extrema estupidez cuando dices las cosas que piensas sin querer hacerlo.
-¿Perdón?- respondió con voz de ofendida
-Discúlpame no era para ti es que me mordió mi perrita- volví a mentir como un Dios del Olimpo.
-Pero ayer me dijiste que no tenías mascotas- otra vez me había descubierto la mentira; de pronto comencé a recordar porqué me gustaban más las mujeres bobas.
-Mentí ayer, perdóname - la vieja técnica de admitir una mentira para tapar una grande- pero te hablé para invitarte a salir hoy en la noche con unos amigos ¿Vienes?- la moneda estaba en el aire y el panorama no pintaba nada bien después de que descubrió que soy un mentiroso. Tardó varios segundos en responder mientras veía con tristeza cómo mi saldo se iba agotando.
-Si- dijo ella, cosa que realmente me sorprendió.
-Perfecto te veo a las 9- colgué rápidamente antes de que ella tuviera oportunidad de cambiar de opinión.
Todo iba de acuerdo al plan ahora solo debía elegir un buen lugar, mis amigos me dijeron que la llevara a una disco, que porque ahí seguro caen, en ese instante me sonó lógico y hasta una buena idea.
Pasé por ella y tenía un pantalón bastante apretado, en verdad, yo estaba esperando que se rompiera en cualquier momento, pero no fue así... por desgracia. Llegamos al lugar y había una cola mas grande que la de Kim Kardashian, y el cadenero jugaba a ser Dios decidiendo quien entraba y quien no, y es que en verdad me da mucha risa como un calvo, de 2 metros, negro (no intento sonar racista, en realidad era bastante negro), pelos saliéndole de las orejas, 2 dientes de oro y con solo la mitad del dedo índice puede decidir quién es feo y hacerlo a un lado. Por suerte esta chica era bastante guapa y nos dejó pasar sin problema alguno. Pasaban los minutos y la noche prometía mucho, le pregunte si quería bailar, me dijo que sí como era de suponerse, bebí 2 cervezas de fondo para agarrar valor y ya estaba listo para cualquier cosa o al menos eso creía. Resultó que ella bailaba realmente mal, digo, yo tampoco soy Michael Jackson, ni mucho menos, pero ella realmente se empeñaba en hacer el ridículo, podría decirse que ella tenía 2 pies derechos, siendo zurda. Esto me hizo sentir muy apenado y más cuando veía pasar a viejos conocidos que se nos quedaban mirando sin saber si reír o llorar. Sentí que esos minutos eran eternos, era en verdad justo y necesario hacer algo para acabar con el baile, quería conservar la poca dignidad que me quedaba, antes había pensado darle un pisotón o meterle el pie para incapacitarla, pero luego tuve una idea aún mejor, así que pensé en ir al baño y en el camino iniciar una pelea para que los de seguridad me saquen sin que haya manera de avisarle a ella de la situación. El plan funcionó a la perfección y regresamos cada quien a su casa, y así terminó aquel miércoles que parecía lunes y que aún quería que fuera viernes. Al día siguiente ella me reclamó y yo me justifiqué diciendo, que me habían golpeado y tenía que responder, pero que la compensaría con una cena, ella aceptó. Así que esa misma noche pasé a buscarla a su casa y cuando llegamos al restaurante ella me dio otra bonita sorpresa, era vegetariana. Sentí una inmensa lástima por esa pobre mujer, ya que yo la había llevado a comer unos ricos tacos al pastor y ella acabó comiendo mi porción de guacamole y los trocitos de piña que yo le quitaba a mis tacos. Algunas semanas después e intentos de salidas que siempre terminaban mal, yo ya estaba algo cansado de pasar incomodidades sociales, pero por el contrario ella cada vez estaba mas interesada en mi. Para ser precisos me hablaba cada 2 horas para preguntarme que estaba haciendo, con quien estaba, o simplemente para hablarme de lo nuevo de su día, aunque yo me pregunto que puede haber de nuevo e interesante cada 2 horas y además de eso, de vez en cuando teníamos un incómodo silencio de 3 minutos o más en el teléfono. Sentí que era necesario hacer algo inmediatamente, esto no podía permanecer así, ya que yo estaba al borde de perder mi salud mental, o al menos, lo que quedaba de ella. Decidí pasar por su casa en la noche, sin previo aviso, ella salió y me sonrió.
-¿Que haces aquí?- preguntó ella aún sonriendo.
-Vine a preguntarte algo importante- dije serio al momento que la tomé de las manos.
-¿Que cosa?- al momento que lo decía dejó de sonreír y noté que se empezó a sonrojar.
-Bueno seré un poco directo, la verdad es que me gustas y quería saber si quieres ser mi novia, ¿Que dices? ¿Quieres?- dije al momento que la miraba a los ojos.
Ella bajó la cabeza y dijo -Lo siento es que si te quiero pero, no creo que podamos ser novios, es demasiado pronto, aunque me gustaría que sigamos siendo amigos...- sugirió.
Yo respondí con la voz entrecortada -Después de esto me será incómodo hablarte, espero que entiendas-
-Te entiendo- contestó ella.
-Adiós- le dije, al momento que me daba la media vuelta, camine unos cuantos pasos y sonreí.

Después de ese día, dejamos de vernos y por supuesto de hablarnos. Mi plan había salido a la perfección otra vez. Aún hay días que me pregunto si soy un feo ser humano.

domingo, 29 de agosto de 2010

¿Para que esforzarse? por Gallo

Tambien llamada Teoría del ahorro del energía o Secreto de la felicidad. Este es uno de mis teoremas favoritos en parte por su simpleza, ya que la misma frase lo explica todo. Para ser mas claro aqui esta la breve explicacion: Si te esfuerzas y logras lo que quieres te da una gran satisfacción, pero si no lo logras te deprimes y piensas en el suicidio; por otro lado si no te esfuerzas en lo absoluto y de todos modos lo logras no solo te hara muy feliz sino que ademas te envidiaran los que se esforzaron pero si no lo logras ya ni modo total que no lo esperabas.
Con esto no quiero decir que nunca tengas ninguna meta en la vida o nunca te esfuerces por nada, simplemente hay algunas veces en las que solo debes dejar que las cosas sucedan, sin importar lo que pase despues. Al menos yo no quiero ser el mejor en algo o sacar calificaciones perfectas, si eso significa que tengo que sacrificar mi felicidad.
Por el momento es todo ya que este escrito podría continuar pero si de todos modos no les va a gustar pues para que me esfuerzo.
NOTA: Editado para evitar futuras aclaraciones.

sábado, 28 de agosto de 2010

Ficciones verdaderas 1, por Memo


Nota: Sé que a los 17 años debería haber sido independiente. Para los antiguos hombres esto hubiera sido un insulto, pero la realidad es que soy un fracaso.

Lo que me motivó a escribir esto es básicamente lo siguiente. Inundado en el sopor que produce el característico calor del verano, aunado a mis constantes desgracias acontecidas en él mismo, me sentía en un real conflicto con Dios, sin que él tuviera algo que ver.
        Por un lado, está la que por mí ha sido catalogada como la peor pérdida del verano: mi hermosa cámara que fue rota por un pesista amigo mío. Esto llevó a que me compraran otra, y a que a su vez me la quitara mi madre obligándome a pagarla, lo cual es imposible para mí.
        Pero no fue la única desgracia. Igual, después de meses de no tener crédito para el celular, me lo dan, y alguien me manda un mensaje con una foto tentadora. Y yo ahí de idiota le contesto.  Me dice que es una modelo italiana y que quiere conocerme. Le hablo, contesta un hombre, le reclamo, dice que es su primo (por mensajes, claro está), le hablo de nuevo en compañía de un amigo (con su crédito, claro está), contesta un hombre de nuevo y dice que la susodicha no llega sino hasta una semana después. Le hablamos de nuevo y no contesta y no vuelve a contestar, y me quedo con un mal sabor a homosexual que me semideprime.
        Pasado ese drama que me provoca problemas con mi novia, me dedico a construir una crisis existencial ficticia para divertirme en los días subsiguientes dado a que se regresan mis amigos a sus casas por el fin del verano. Logro  lo que quería inconscientemente. Algo de trama interesante y estresante para mi vida, más problemas con mi novia, una huída, una  casi ruptura y toda clase de lamentos.
        A partir de ese día me dedico a forzarme a dormir más de catorce horas al día. Debido al inicio de clases de las secundarias, mi vida se vuelve un fastidio. No puedo pretender que quiero salir por que mi hermana de trece años no puede quedarse sola en la casa.
        Duermo en el día, sufro en la noche de insomnio, contemplo con tristeza mi cabeza desnuda y poco poblada  de queratina, leo en la madrugada. Horas y horas viendo programas televisivos de baja calidad digna de la programación local me hacen más estúpido.
        Le cambio la pila a mi reloj. No le ponen  un tornillo. Me siento tan desdichado que no muevo un dedo para ir a reclamar.
        Decido cambiar el ritmo de mi vida, así que salgo a tomar helado. Recuerdo que no tengo dinero y me dedico a caminar  hacia el norte de manera ininterrumpida durante horas. No aviso ni tengo medios para hacerlo. Varios kilómetros despues llego a la gran plaza, lugar donde la conocí.
        Estaba sentado tranquilamente en el suelo enfrente de mixup en la planta alta de este complejo comercial en el norte de Mérida. Yo allá, ella más allá con su pelo suelto, sus ojos grises y sus tranquilos párpados. Me mira, yo la miro imaginándomela desnuda, ella se da cuenta y no me mira más. Recuerdo que le robé a un viejo amigo algo de marihuana; oh gran error, yo nunca la había probado en verdad y eso no es para aficionados. Sentí una gran exaltación. Me paré, me vi corriendo hacia ella, tropecé con un guardia, me lo quité de encima e intenté besarla, cuando de pronto me sentí tranquilo, como volando, y caí tirando varios discos. Como es normal ella gritó y como es más normal yo caí al suelo con una hemorragia nasal bastante entretenida.
        Ya en el suelo le dije:
        --Espero que esto no te cause mala impresión y todavía podamos ser amigos-- No se por que me pateó, ni siquiera sé si fue ella. Mis ojos estaban casi cerrados, nuca volví a fumar… en un lugar público.
        Desperté en mi casa. Resultó que por ser primera vez, y debido a mi historial casi perfecto de casi nerd no iba a ser necesaria mi asistencia a un centro de integración juvenil.
        Después de mi hazaña me sacaron de la casa. Lo único que llevaba conmigo ahora era una mochila con cinco mudas de ropa, treinta pesos, el celular y mi reloj. A tres días de entrar a la escuela, sin un lugar donde dormir, me dirijo a la catedral, sitio repulsivo para mí.
        Duermo en uno de sus recovecos. Despierto algo aturdido y feliz de que no me hayan robado nada. Voy caminando por el centro de la ciudad, me detengo frente al Olimpo. En realidad no sé cómo describir la función social, cultural, ornamental o insultante de ese lugar. Veo en una de sus pizarras una invitación a jóvenes cursantes de la preparatoria a escribir una novela. El premio era de ciento cincuenta mil pesos. Yo acababa de terminar mi primera novela, La rebelión de los patos, así que decidí enviarla.
        Durante los siguientes tres meses me hospedé en la casa de un amigo algo lento, que había sido enviado aquí desde otro estado de la república por su familia, con todos sus gastos pagados, para que despertara.
        Asisto a mis clases regularmente en la prepa y me hago amigo de una muchacha que trabaja en una centro de fotocopiado, quien me da a crédito los libros de tercer semestre. Por cierto nunca le pagué.
         Los días pasan con cierta monotonía, hasta que una tarde, viendo televisión, mi amigo entra con la correspondencia y me da un sobre que viene dirigido de la fundación  patrocinadora del concurso.
        --Guillermo, ¿qué es eso? Parece importante.
        --Creo que gané el concurso-- dije eufórico. Los viejitos de al lado me gritaron que me callara y yo les dije que se fueran a la chingada. Luego: oh, desilusión.
        --No, espérate, tengo que preparar un discurso e ir al D.F, y entre los tres finalistas elegirán a uno. Iván, me despido, toma esto, es lo que he ganado haciendo marcos para puertas. Entiende que si lo rechazas aunque sea por un segundo incendiare tu casa, jaja, amigo, me voy a México.
        --Ten suerte ahí en el país de las maravillas, y ni sueñes que voy a rechazar ese dinero--. Casi me lo arrebata, y no lo culpo, no tengo cara de buena gente.
        Dejé mi justificación. Tuve que mostrarle siete veces al director la convocatoria. En realidad no sé por qué la gente no me cree a la primera.
        El viaje fue pagado por la fundación. Mi estancia sería de dos semanas en caso de ser ganador y de tres días si no lo era.
        Llegué con bien al aeropuerto de México. Había un señor esperándome con mi nombre en una pancarta. Estaba a punto de subir a su coche cuando fue detenido. Me enteraría días después que era líder de un banda muy peligrosa de secuestradores. No sé si conocía mi nombre o si lo puso al azar, dado que Hernández es el apellido más común en este país.
        Los policías me llevaron al edificio de la fundación. Entré pavoneándome ya creyendo que era ganador. Pregunté por la junta que se llevaría a cabo para explicarnos la dinámica de todo lo que iba a acontecer. La señora gorda y mal encarada de la recepción me dijo de una manera burlona que la junta no sería sino hasta siete horas más tarde.
        Eran las nueve de la mañana. Me dirigí a un teléfono público, hablé al hotel en que me hospedaría, que era pagado por la fundación, al igual que las comidas. Me explicaron que mi cuarto no estaría listo sino hasta las seis de la tarde. Sobre las comidas nos informarían en la junta.
Sentí ganas de insultar con gran entusiasmo. Estaba a punto de hacerlo cuando al voltearme quedé abobado: ahí estaba ella preguntando lo mismo que yo, y la gorda respondiendo lo mismo, y yo sin que me caiga el veinte de que ésta era mi oportunidad. Me acerqué discretamente, caminé del vestíbulo a la recepción de manera casi mágica; nadie se hubiera dado cuenta de mi presencia, avanzaba lentamente como un tigre acechando a su presa dispuesto a dar el último paso…
        --¡Memo, qué te trae por aquí!-- efusivamente me cargó un viejo conocido, y yo forcejeé para quitármelo de encima, para concretar mi misión.
        Cuando pude enfocar mi vista para verla, ella se subía a un taxi.
        --Vine por un premio, qué gusto de verte, Ricardo-- disimulé como los grandes maestros y maldije hacia mis adentros como los dioses.
        Pude haberla seguido, pude haber gritado, pude haber golpeado a mi amigo, pude haber cruzado la calle y comprar un helado pero no hice nada.
        Llegó la hora de la junta. La premiación sería en ese momento debido a un recorte presupuestal.
        Estábamos como finalistas yo, ella y un muchacho algo dañado que medía un metro noventa y tres, que se asombraba con la luz de la sala.
        --¿Te acuerdas de mí? En Mérida nos conocimos en Mixup, pero no me dijiste tu nombre-- le dije de una manera tranquila esperando una respuesta tranquila.
        --Tú eres el maldito drogadicto que me estaba morboseando --se levantó y siguió gritándome-- Exijo que me alejen de este enfermo-- no me lo dijo a mí, se lo dijo a los jueces, claro está.
        --Señorita, guarde la compostura, por favor, esto es serio-- y siguieron discutiendo entre sí los directivos.
        Algo desanimado por la primera interacción pensé no volver a hablar con ella por un rato.
        Los jueces deliberaban enfrente de nosotros, la sala se volvía aburrida y me dormí.
        Me despertaron a golpes diciéndome que yo era el ganador, que saliera del lugar porque lo necesitaban, y que mi estancia ya no se pagaría.
        Por segundos me asusté pero luego recordé que gané ciento cincuenta mil.

jueves, 26 de agosto de 2010

Intentos de Violencia por Memo

Viendo dibujos animados feos y tomando avena empezaron en mí instintos de violencia.
Durante muchos años yo había sido un muchacho pusilánime y sin chiste, pero no más.
Lo que hice fue lo siguiente. Caminé al baño, me lavé la cara, me paseé por los angostos pasillos de mi casa dirigiéndome a la salida, pisé una cucaracha e intenté golpear a mi vecino.
Las cosas no se veían bien, literalmente. Antes de haber asestado el primer golpe, mi vecino me había dado tres; yo no sabía que había sido campeón mundial de boxeo (con eso de que en México hay tantos). Así fue como mi primer intento de violencia terminó.
Regresé a mi casa magullado y sin haber podido descargar mi furia en alguien que no lo mereciera. Por el momento pospuse mi proyecto de violencia para otro día con cielos menos nublados (literalmente).
Algunos días caminaron en frente de mí, algunas personas me insultaron y otros abusaron de mí y yo me mantuve ecuánime ante las situaciones como siempre, pero mi paciencia acabó cuando una antigua maestra me anuló un parcialito y me reprobó injustamente en un examen parcial.
Esto fue lo que hice:
Mi maestra tiene como 56 años, pelo corto, voz horrible, y “maneras extrañas”. Ella me dijo: “Holgazanes como tú provocan una mala imagen de la escuela, y si yo puedo hacer algo en contra de esa imagen, lo haré. Estás reprobado.”
Respiré, giré la cara hacia la ventana, me tapé la faz con ambas manos y me di cuenta de que sudaba, mi corazón palpitaba. Quise sentarme en mi lugar, evitar cualquier confrontación pero mi maestra quería quitarme toda la dignidad que pudiera, así que me asignó repetir mi trabajo tres veces con una mejor letra.
A medio camino hacia mi lugar decidí no soportar más a esa viejita, así que me acerqué a su escritorio, tome sus exámenes y los tiré.
―¿Oye, qué te pasa? Estás loco, muchacho, ¡estás reprobado todo el semestre! Óyeme, niña, ve a buscar al prefecto ―la niña salió, y yo sólo me reía como enloquecido. En el salón nadie hablaba, todos estaban pendientes de mi siguiente movimiento.
La maestra se había parado de su escritorio y respiraba agitada. En ese momento vi mi segunda jugad. Tomé los lentes de su cara.
―¡Esto es inaceptable! ¡Qué mal educada bestia eres! Devuélveme mis lentes antes de que esto pase a mayores, te lo advierto, no sabes con quien te metes. ―Me seguí riendo.
Acto seguido le empecé a dar palmadas en la cara diciendo: ¿qué vas a hacer viejita? ¿Qué vas a hacer?
Le ponía los lentes enfrente y cuando los iba a agarrar, yo hacía un movimiento rápido de muñeca y me seguía riendo. Esto siguió por un rato hasta que empezó a respirar entrecortado y se sentó. Parecía que le daría un ataque al corazón así que me acerque a ver que le pasaba.
―Maestra, ¿está bien? ¿Necesita algo? ―en el momento en que me acerqué más para darle sus lentes me tomó del pelo y dijo:
― ¡Agárrenlo, muchachos! ―en ese momento dos prefectos me agarraron del torso; acto seguido estaba derribado sin aire en el suelo.
Pasé una semana en la cárcel, fui expulsado de toda escuela afiliada a la casa de estudios a la cual pertenecía, fui boletinado en la península, pero creo que valió la pena. Lo que hice al día siguiente de mi liberación fue comer un hot dog y ponchar la llanta de la maestra con un tenedor.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Buena Fortuna

Después de un largo tiempo de estar dedicando mi vida a no hacer nada, por fin llego el día en que necesito descansar.
Todo comenzó cuando yo me encontraba caminando en el centro de la ciudad, el lugar más elegante que se puedan imaginar con toda clase de gente refinada y con buena educación, y me dirigía hacia mi paradero el cual está cerca del mercado (ahh dios mío, que hermoso lugar, no puedo recordarlo sin suspirar y sonreír con nostalgia), cuando un sujeto, al parecer drogadicto me escupió en el brazo derecho sin razón aparente, yo soy una persona muy tranquila semi-hippie que había abandonado la escuela unos años antes y prefiere evitar confrontaciones así que le dije:
-Oiga caballero, usted seguramente no se fijó que yo caminaba a su lado y me ha escupido en el brazo
- ¿Y?- me respondió groseramente el sujeto.
- No, nada disculpe la molestia.
Me gritó algo que me pareció un insulto así que quise golpearlo, pero aunque sabía que ganaría y también sabía que nadie se metería a ayudarle, no pude porque sentí que algo detenía mi puño, algo fuerte, solido como las heces de un estreñido; era la espalda de una mestiza la cual había golpeado como por instinto, lo cual me asustó mucho más que la vez que vi a mi abuela saliendo del baño, así que decidí tomar un camión e irme a mi casa cuanto antes.
El camino era largo, yo soy impaciente, el chofer un anciano miope, hora pico, centro de la ciudad, el calor y todas esas cosas molestas que uno recuerda en el momento en que está mas malhumorado como para ponerle mas emoción se hicieron presentes. Quería morir en ese momento, porque mi sobaco estaba más sudado de lo normal, pero entonces encontré una solución temporal: ignorar todo; no ignorar en el sentido de que haces de cuenta que no existen porque eso es difícil, mas bien ignorar en el sentido de que existen pero no te importa.
Al principio dio resultados, pero luego no podía controlarlo, lo aplicaba en todo; ignoraba a mis amigos, mis maestros e incluso a una tipa de esas que el pueblo llamaría "sabrosa" que decía quería ser mi novia, ese fue un grave error sabiendo que soy un sujeto que tal vez es de los calificados como poco agraciados por no decir adefesio.
Me sentía muy miserable después de eso, así que me autoflagelé con el cable de mi plancha. Luego decidí salir a caminar para pensar tranquilamente, después de todo a quien no le relaja caminar a las 2 de la mañana en una colonia del sur.
Al día siguiente decidí hablarle a la tipa de nombre Alejandra para ver si se podían arreglar las cosas asi que fui a un teléfono de monedas y deposité, segundos después me contestó un sujeto:
-¿Quién habla?-me dijo, al momento que pensé había perdido toda oportunidad.
-¿Se encuentra Alejandra?-dije tímido- Quiero hablar con ella de algo importante.
-¿Como de que cosa importante?-respondió intrigado, entonces pensé en colgar pero entonces habría perdido mi moneda y no soy rico para darme esos lujos así que continué con mi plan.
-Tengo que decirle que me gusta mucho y quiero que sea mi novia- ya no había marcha atrás
-¿Queeeeeeeeee?-me gritó el tipo y pude escuchar la saliva que rociaba el teléfono.
-Si lo que pasa es que... - no me dejó terminar mi oración.
-Si te encuentro te voy a matar desgraciado, no vuelvas a llamar a mi hija, no sabes que apenas tiene 6 años, ¿que clase de depravado eres tu?- fue entonces que descubrí mi error, era demasiado tarde, marqué a un número equivocado y no tenía más dinero.
Colgué y me rendí, fui a jugar futbolitos para ahogar mis penas; después de todo era bueno para eso y si eres bueno para algo porque no presumirlo, el caso es que jugué un rato mientras escuchaba buena música; como es natural cuando haces algo que disfrutas, el tiempo parece volar como tu cerebro después de fumar mota, así que cuando salí era de noche y no había camiones, tomé un taxi que me cobró muy caro y que tuve que pagar rompiendo mi cochinito, claro esta que no le reclamé por temor a ser golpeado, después de todo el buen hombre solo hacia su trabajo.
Al día siguiente me desperté pensando en que llevaba años sin estudiar y la verdad no quería hacerlo, simplemente no era lo mío, no encontraba una razón para aprender matemáticas o biología si sabía que tarde o temprano trabajaría para un sujeto que me exigiría cargar objetos pesados por 7 pesos la hora y todos seriamos felices, pero las cosas buenas no llegan solas, por lo tanto para cumplir mi sueño tenía que subir unos escalones laborales, así que empecé vendiendo periódicos, después vendí flanes, luego drogas e incluso llegue a tener un puesto como adivino, ya capacitado llené mi solicitud para cargador y fui al despacho donde me atendió un hombre gordo, que comía cochinita y cada que me hacia una pregunta me escupía cebolla masticada en la cara. Me preguntó varias cosas acerca de mis estudios, mis familiares, mi salud y mis preferencias sexuales, yo no soy un sujeto muy inteligente así que le respondí todo sin entender porque lo hacía.
Me dijeron que me llamarían en una semana, espere con impaciencia la llamada, era seguro que me quedaría... o prefería pensarlo ya que era eso o vender chicles por el resto de mi vida.
Por fin el teléfono sonó y contesté agitado.
-¿Aló?- dije tratando de parecer sofisticado
-Buenas tardes llamo de la empresa de cargadores "Hércules" ¿aquí vive Alejandro?- era un sujeto que tosió al terminar de decir esto.
-Si soy yo, para servirle a usted y a Dios- conteste rápidamente.
-Pues llamo para darle excelentes noticias...
-¿Tengo el empleo?-pregunté saltando de alegría.
-Pues verá usted nos pareció capacitado para el trabajo, tiene buena salud y nos cobra barato, así que efectivamente, tiene usted el trabajo, venga ahora mismo que es su primer día de trabajo...-no lo dejé terminar la frase, colgué el teléfono, salí a toda prisa y llegue ahí lo mas rápido que pude.
Me dijeron que podía empezar cargando las piedras más pesadas y depositándolas en el camión de carga, todo marchaba bien pero de repente solté una roca enorme sobre el tipo que me ayudaba a subirlas, por fortuna no murió, pero fui despedido en mi primer día de trabajo y casi lloré al momento de salir por la puerta trasera del negocio, el cual no solo era un trabajo sino que era mi plan de vida, mi máxima aspiración. Ya sin nada que hacer ni que perder salí a las calles cabizbajo, llegué a una avenida, intenté cruzar, escuché una bocina y pensé que era mi fin así que me desmayé.
Me despertó el tipo de la bocina, que era un panadero y sentí tanta vergüenza que preferiría que hubiera sido un tráiler de 22 ruedas y no un triciclo. Me levante, me sacudí la vestimenta y caminé hacia mi casa, pero vi algo brillante en el suelo, me detuve y me agaché, noté que era una moneda de 10 pesos, sonreí, la guarde en mi bolsillo y pensé "No entiendo porque siempre tengo tan buena suerte".

domingo, 22 de agosto de 2010

Aquí el sol se ve bien por Memo

Él no salía jamás; familiares hartos de su presencia e inactividad siempre lo quisieron fuera pues era ya un adulto. Nunca se le conoció una novia, o un amigo, o un interés (normal o anormal...).
Soy una persona que suele huir del quehacer cotidiano. Para librarme de él a veces me sirvo de intrincados y rebuscados recursos filosóficos; otras veces intento negociar y otras simplemente recurro a la violencia verbal.
Un día, para evitar el acoso constante de mi madre, decidí salir a caminar. En el camino me preguntaba si existen niñas fáciles, y si existen, por qué no lo eran conmigo. Igual recordaba a una niña güera y gorda de la secundaria que tenía tontas esperanzas de conseguir novio, a lo que yo le pregunté: ¿cómo? Un amigo contestó: “Pues quizá haya alguien”. Yo casi me reí pero algo me contuvo. Pensando en esas cosas banales ya había caminado varios kilómetros, y me encontraba en medio de una especie de tianguis andante.
Parecía un lugar sobrenatural. Se vendían sanguijuelas absorbedoras de suerte, kits para incrementar el aura, galletas de vuelo y sangre de minotauro para las ojeras. En mi camino solía chocar de vez en cuando con la gente, mientras miraba absorto las genialidades ofrecidas en el lugar y pensé en que ya me habían cartereado varias veces en mis múltiples choques con la gente, así que no intenté comprar nada.
Sin querer, al ir caminando entré a una tienda que era un lugar de oscuridad, no porque tuviera que ver con fantasmas ni otras supercherías, sino porque era completamente obscuro, y eso que era mediodía. Era la oscuridad más profunda que experimentaría en la vida, estaba tan oscuro que no podía ver mis pensamientos. Después de experimentar un momento esa sensación me sentí volar al pasado.
Recordé mis años antiguos, cuando solía pensar en una niña con pelo corto, pero no tanto, algo pequeña pero bien proporcionada y con la mejor sonrisa que he apreciado en mi vida entera. Hablábamos de beisbol por mensajes de celular; le coqueteaba y era correspondido aunque ella aún tenía novio que, por cierto, era mi mejor amigo… Sentí un tirón y estaba en un lugar desconocido.
Me encontraba en los sueños de alguien. Eso parecía, pues volaban borregos y una personita, que debía de ser la protagonista, intentaba volar también pero no lo conseguía por el freno que le ponía la propia realidad, incluso en sus sueños. Caminé por el prado cubierto de flores moradas y vestido con cerezos; arriba se veía un cielo multicolor coronado con tres soles verdes que sonreían.
El lugar donde estaba la niña era un círculo de piedras con caras de hombres y mujeres sufriendo. La niña lloraba de desesperación; pensé que era mi deber sacarla de ese sueño. Intenté correr hacia ella pero mientras más rápido corría, alguna fuerza extraña me empujaba más hacia atrás. Caminé lo más lento que pude para intentar así alcanzarla pero cuando estuve a seis centímetros de tocarla fui empujado hacia afuera en un estallido de luces multicolores; choqué contra uno de los soles.
Aparecí a unas cuadras de mi casa sintiendo que mis acciones eran controladas por alguien más. Tenía la sensación de que mis pensamientos no eran precisamente míos. Alguien más dominaba mi existir. No llegué a escuchar una voz en mí, solamente eran impulsos, de repente tenía ganas de hacer algo aunque no hubiera algún aspecto que lo relacionara con lo que en verdad hacía. Así fue como golpeé al frutero después de darle las gracias; caminé descalzo por tres días, dos horas veinte minutos y trece segundos, y decidí hacerme camionero.
El primer examen de admisión servía para hacer un perfil psicológico. Llegué a la central, que era un lugar algo cansado por el tiempo, con grandes columnas ocres, una sala de espera pequeña y candelabros que portaban focos de cien watts.
La recepcionista era una señora mal encarada, tenía amplias entradas pese a su edad y algunas canas se asomaban en su pelo negro. La cara demacrada por la edad, su nariz aguileña y sus ojos miel mostraban escasos recuerdos de una extraña belleza matinal.
―¿Nuevo?
―Sí― contesté.
― ¿Feliz?
― Algo
― Principiante― dijo y bufó ― Pasa, tienes suerte de que el borracho que iba antes de ti no llegó ―viró su cara para no mirarme― Pero pásale, mi niño, ¿crees que tengo todo el día? ―dijo e hizo lo que para mí era revolver los papeles que se encontraban en su escritorio marchito y deteriorado de apenas dos metros de largo.
Entré por la puerta del lado izquierdo, una puerta de pino con acabados franceses. Me pareció que diseñada fue para el despacho de algún dirigente político de grado menor en alguna época pasada.
En el salón más o menos espaciado había cinco sustentantes, incluido yo. Dos eran gemelos, uno era un rasta y el otro, un muchacho semirrubio de estricta vereda, camisa polo y zapatos pulidos. Al verlo me dio asco e intenté alejarme de él lo más discretamente posible.
Del examen psicológico se concluyó que yo era una persona violenta, malinchista, machista, incapaz de controlar impulsos y zurdo, lo suficiente para ser un buen camionero, por lo que tuve la calificación más alta.
El siguiente examen era de manejo. Yo conduzco triciclo, por lo que manejar un autobús fue fácil y me acredité como un camionero excelente.
Las semanas corrieron y la voz se fue; en muchas ocasiones no di parada a minusválidos, ancianos y niños, por lo que me gané el respeto de mis compañeros y de nuestro líder sindical. Un día decidí ser el que más dinero conseguía y lo logré. Fui promovido a una ruta más exitosa y a una embarcación de las nuevecitas.
Yo era feliz; la gente, infeliz; el sol, amarillo; las aves volaban, los niños se atragantaban y el pasto tenía la fabulosa capacidad de ser verde. Todo era pan con mermelada hasta que ocurrió lo que nunca quise que ocurriera. Volvió la voz muda.
Fue, y lo recuerdo como si fuera hoy ―por que ayer es incierto y mañana, para qué les cuento― mientras estaba en mi última vuelta. Noche, barrio del sur, peligro, papas fritas, que sí, que no, parangaricutirimícuaro… La voz me manda el impulso de chocar. Afortunadamente la última persona se baja una esquina antes. El impulso es más fuerte, lo siento, es penetrante, constante, los siento en mis venas, intento controlarlo, fallo; una calle privada, una casa abandonada; yo, alguien más en mí, lo veo y no lo creo. Me voy a matar antes de los 26, y los cumplo mañana.
El impacto no fue tan grave. Choqué contra la casa abandonada. Dieciocho puntadas en la cabeza, el camión dañado levemente en la defensa, cuatro meses en el hospital. La noticia se tapó pues pronto habría elecciones de líderes sindicales regionales y mi líder competía. Comí de manera regular y salí caminando tranquilo un veintitrés de abril.
La voz no me ha recurrido para sus extraños designios. Empiezo a pensar si será dios, el diablo, Chespirito o qué se yo. Camino, llego a la esquina de la tienda de jugos y frutas, a mano izquierda una estación Telmex, enfrente una casa azul. Me dispongo a cruzar sin ver a los dos lados, como me dijera el amigo de los niños. Una camioneta se acerca hacia a mí, pasa cerca de mi nariz, pero nada.
Al llegar a casa un señor se me acerca y me pregunta la hora.
―¿Qué hora es, amigo del cielo?
―10:37 por la mañana, ilustre caballero.
―¿Cómo está el sol?
― Aquí el sol se ve bien.

El señor se fue caminando por la esquina y por un momento volví a sentirme obscuro.
Tal vez había hablado con quien dentro de mí yacía.

sábado, 21 de agosto de 2010

Ventana receptiva por Memo


He pensado que tal vez perder el tiempo solo es lo que más disfruto y a la vez lo que me causa más culpa. Sin embargo, pocas veces se me ocurre algo en compañía de otras personas, así que le  debo lo poco de creatividad de mi vida a esas largas tardes de desperdicio banal.
Por otra parte, la inactividad me vuelve algo obsesivo, al grado de llegar a dedicar más de 12 horas seguidas de un mismo día a un proyecto sin utilidad, que si alguien quisiera consultar se lo facilitaría con gusto. Alguna ocasión en mis ratos libres decidí publicar un cuento de mi autoría en una comunidad en línea. Al recibir una inmensa cantidad de comentarios negativos provenientes de gente que escribía acerca de cómo lavaba su ropa, decidí dejarla. Este comportamiento me llevó a pensar en la divertida forma que puede llegar a adoptar un humano en las relaciones sociales.
Yo creo, sin ninguna base más que mis observaciones, que debería existir una ventana receptiva en cada persona debida a la expectación. Un ejemplo sería cuando te acercas a aquella chica que tú encuentras perfecta para crear a tus hijos, con la cual nunca has hablado. Caminas hacia ella seguro de ti mismo hacia, ella no advierte tus furtivas intenciones, sigues caminando, ella te ve y en ese momento aparece la ventana receptiva provocada por la expectación. Explico:
Ella podría  pensar que eres un vago y que vas a pedir limosna, o que se echó a perder tu coche, o que… no sé… emm podría pensar que le vas a preguntar si vio la gorra que se te perdió… en fin, ella en ese momento se mostrará abierta a tener una conversación por un tiempo limitado. El tiempo dependerá de una enorme cantidad de factores que mi ignorancia me impide enumerar. En ese momento entra la habilidad de la persona para hacer que la ventana se convierta en algo más duradero como la aceptación a compartir un lapso más extenso de tiempo.
Los que somos prácticamente incapaces de caminar más allá de esa ventana tenemos pocas opciones. Enumeraré algunas.
1.- Creer que los demás están mal, que nosotros somos unas supervergas, y que si no nos quieren es porque son pendejos. De esta manera es muy fácil llenarse de enemigos, y no triunfar en nada que nos propongamos, porque por más que no queramos, siempre necesitamos de los demás.
2.-Podemos creer que somos buenos socializando e ignorar las pruebas que dicen que somos unos simios*. Hay un ejemplo en una serie llamada “La teoría del big ban” a través de uno de sus personajes.
3.-Para mí la mejor alternativa es hacer un análisis de la situación y calcular los pros y contras de seguir llevando el mismo plan de acción, tomando en cuenta el tiempo que te queda por vivir en la sociedad, la necesidad de comer y de que la comida que te sirven no haya sido escupida, y sobre todo la necesidad de mantenerse cuerdo y no convertirse en un gordo mórbido pegado al internet.
*obtuso

¿Piensas en mí?

¿Piensas en mí? ¿Recuerdas nuestros días bajo el sol?  ¿Sientes un hoyo en el corazón?  Al ver hacia adelante ¿encuentras el principi...