lunes, 18 de noviembre de 2013

Amor prohibido


Desde que te conocí, supe que nunca nada volvería a ser igual. No creía en el amor a primera vista pero todo cambió cuando apareciste en mi vida; aunque en algún momento llegué a pensar que no éramos  el uno para el otro, conforme te fui conociendo más y más, mi amor creció rápidamente, como un incendio que pronto había consumido mi interior. Al principio tuvimos problemas, es normal, éramos jóvenes y cada quien tenía sus fallos, pero ahora con el paso de los años te has vuelto perfecta para mí y cuando estoy cerca de ti, mi corazón palpita más rápido, mis manos sudan, mis pupilas se dilatan y siento una felicidad indescriptible. El tiempo contigo pasa volando y sin ti los segundos son infinitos. Pero ahora no estás conmigo.
Aquel domingo me desperté temprano y fui corriendo a comprar mi torta de cochinita, estaba cansado de tener que comer lechón porque llegaba demasiado tarde pero esta vez fui precavido y puse tres alarmas. Valió la pena, ya que cuando llegué me tocó la parte más tiernita y grasosa del cochino, el francés estaba doradito y con la tapa mojada, era casi irreal. Súbitamente recordé que estaba a punto de comenzar mi caricatura favorita así que la pedí para llevar y me regresé corriendo para que no se enfríe. Llegué a mi casa y encendí el televisor y con mi torta aún en la mano me tiré en el sofá para empezar a comerla. Todavía tenía una sonrisa de oreja a oreja cuando me di cuenta que había olvidado pedirla con chilito y que por el horario de verano el reloj se debería haber adelantado, por lo tanto, en la tele solo estaban pasando los créditos de mi caricatura que acababa de terminar. Eso fue más que suficiente para arruinarme el día entero, ya resignado y sin nada que perder, procedí a cambiarle de canal para tratar de sintonizar algo que haga un poquita más amena la desdicha que sentía por ser siempre tan descuidado. Increíble que en 6 canales lo más emocionante que encontré fue un programa que consistía en transmitir una banda local tocando música tropical mientras una multitud de mestizas bailaban alegremente con sus parejas en estado etílico. La verdad lo disfruté mucho y no me arrepiento de nada.
La seguía extrañando.
Me levanté del sofá y pasé frente al espejo, mirándolo de reojo cual mamey en un gimnasio, pero lo que vi me impresionó profundamente, únicamente atiné a murmurar “ay cabrón” y en un fallido intento por reducir mi disonancia le di media vuelta al espejo para que nunca vuelva a lastimar a nadie más. El daño estaba hecho, así que por los siguientes 3 meses y hasta que mi trasero y parte importante de mi sistema reproductivo se encontraban al borde del colapso tuve como mejor amiga a mi bicicleta estática, pero eso es algo que no es relevante en este momento, tal vez lo sea cuando intente procrear, pero por ahora no. Nunca vi resultados. Tal vez fue por el hecho de que mi mamá le ponía en secreto doble mayonesa a mis sándwiches para mantenerme “fuertecito” o porqué únicamente me movía de mi sofá para cambiar de colchón, nunca lo sabré a ciencia cierta.
Me pregunto cuándo estaremos juntos de nuevo.
Más tarde, ese mismo día, un amigo pasó por mi casa con su balón, al verme dijo que estaba yendo a la canchita que estaba a la vuelta de nuestra casa, porque se había armado la reta:
-Tráete tus guantes- dijo
-Nel, a mí siempre me ponen a porterear, están desperdiciando mi talento- respondí
-Es que la neta en la portería la armas chido- dijo tratando de convencerme, al principio no le creí mucho, sabía que en realidad no era tan bueno, pero caí frente a su ingeniosa táctica.
Fuimos y al llegar vi que habían ido equipos de otras colonias, se encontraban sentados esperando turno para jugar en nuestra cancha, cosa que me causo enojo debido a mi naturaleza xenofóbica, así que traté de intimidarlos diciendo: “El que pierda paga los chescos”. La estrategia dio resultados en un principio, vi a varios alejarse en sus bicicletas, pero solo para descubrir que volverían con refuerzos y dinero. Después de lo que fue una legendaria batalla que será recordada por siglos en los anales de la historia, fuimos derrotados y tuve que pagar la parte de todo mi equipo por bocón.
Pronto volveré a ti, lo sé.
Al regresar a mi casa cansado y derrotado, puse en el estéreo mi cassette favorito, porque soy de la vieja escuela y porque no me alcanzaba para el cd, me metí a bañar olvidando calentar mi cubito de agua. Al salir encendí mi computadora y traté de conectarme a internet  pero no lo logré, jugué dos partidas de buscaminas y lo reintenté, de nuevo nada.
-Mamá, mi hermana lleva horas en el teléfono, ya me harté, la voy a desconectar- Tomé el cable telefónico y lo desconecte de la línea para colocarlo en la computadora. Escuché la hermosa melodía que establecía la conexión de la red.

Lo logré, estamos juntos de nuevo, aunque sea por un instante.

Amor prohibido murmuran por las calles...

martes, 1 de octubre de 2013

Carta a su señor padre.

Señor, aunque nunca he deseado cogerme a nadie más que a su hija, y no lo digo en el sentido de que no haya querido cogerme a otras tipas sino a que mi deseo era fervoroso, su hija no se va a dejar y créame que lo intentado levemente de manera constante durante varios meses; podría hacerse un símil con una línea de artillería ligera comandada por jóvenes inexpertos.
Le puedo asegurar que aun cuando yo tuviera en mi posesión el obús más poderoso del planeta, si éste fuera disparado por mí, no derrumbaría la bien construida muralla que le ha levantado.
Señor puedo asegurarle que debajo de esta columna de pelo mal alineado y barba sin cortar, se encuentra un estudiante de ingeniería reconocido por sus amigos borrachos como alguien con talento; y a pesar de que parezca, por mis ropas que no combinan o mis chancletas de plástico, que mi destino es deambular por las carreteras limpiando parabrisas, es posible que yo llegue a ser un profesionista mal pagado.
Le prometo que no mencionaré nada de su consumo de marihuana, que bien sabemos los dos que la suya no es de las mejores; puede ser que me haya ido sin despedirme de su casa, la cual habité por autoinvitación sin avisarle previamente, únicamente porque pensé que mi cara le parecía verse mejor a más de 400 kilómetros de distancia. Quiero decirle que noté que su casa es la casa del futuro de los años 90 y que su sistema acondicionador de aire central pondría a marchar a ambientalistas de conocerlo.
Es usted ya bastante mayor para tener que preocuparse de las malas decisiones de sus hijas, pero déjeme dejarlo tranquilo, su hija menor me dejara pasar y seguramente iniciará una relación con alguien mejor peinado, que no note su consumo de drogas ilegales o su más que evidente sentimiento de repugnancia hacia su esposa.
Habiendo dicho esto, tal vez usted esté más tranquilo o no, cosa que no me preocupa poco, termino mi discurso diciéndole que de haber sido otra la razón del cruce de nuestros caminos tal vez pude reducir un poco su ignorancia con respecto a su negocio, en especial con la parte de generación de concreto.
Desde una distancia razonable de usted y de su hija me despido deseándole que algún día deje de estar tan feo.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Charmander 2.77

Conocí a Charmander hace mucho tiempo, cuando él no sabía mi nombre y durante el tiempo en que estaba mal gastando mi vida intentando aferrarme a algo que los dos sabíamos que estaba mal, no necesariamente Charmander y yo, sino otra persona que yo solía conocer en ese momento.
Cuando supe de su existencia supe también que era llamado “Chiquis”, mote que aludía a su corta estatura, fue algo chistoso que la gente que lo llamaba de esa manera rápidamente quedó más baja que él. Más o menos ocho o nueve años después estábamos tomando whiskey en las rocas en mi graduación; por alguna razón que todavía no entiendo, yo esperaba su llegada; tal vez la razón fue que él es una de las pocas personas que realmente leen mi cuenta de twitter.
-          ¿Qué le pasó a la gente que solía burlarse de tu altura?
-          Ahora todos son más bajos que yo.
Dijo eso y reímos medio intoxicados por la enorme cantidad de alcohol que bebíamos. La fiesta empezó a las diez de la noche y nos sacaron a las siete de la mañana del día siguiente, mientras salía del lugar unos compañeros me invitaron a ir a la casa de un amigo cuyos ancestros fueron de Noruega.
-          Vamos al after con ellos.
-          Nah, está muy lejos, creo que es mejor para mí decirle a mi novia que venga a mi casa a que me la coja.
-          Ese es un razonamiento perfecto, ciertamente posees toda la verdad.
Después de haber dicho eso partimos en direcciones dispares, no sé si su plan era tan fácil de llevar acabo como la afirmación de su posibilidad, todo lo que sé acerca de los acontecimientos posteriores a nuestra partida es lo que me comentó meses después.
-          El pinche Oso casi me pega, estábamos saliendo y el imbécil iba a toda velocidad en su camioneta, le hablé y le grité “No mames casi chocas” y el idiota me dijo “Cállate, tú no estás en mi camioneta”.
Oso es hijo de un experto en redes hidráulicas, es nuestro amigo, y durante la noche de mi graduación casi lloró cuando un joven falto de luces y propenso a encontrar formas de exasperar a la gente y posteriormente quedar aporreado en paredes le dijo “¿Wey por qué no eres hidráulico como tu papá?” a lo que él contestó “porque no soy mi papá”.
Todo el drama de oso comenzó con una conversación que tuve una semana antes de la graduación con el joven propenso a ser aporreado en paredes:
-          Te invito a un cigarro si te coges a Selene.
-          Está bien, pero no es mi novia.
Lo anterior lo dijo riendo, así que yo no pensé que de alguna manera su corazón estuviese turbado, ya en la graduación una escena parecida se presentó:
-          Ahí está, pero te coges a Selene- le dije dándole el cigarro solicitado.
-          Ya es mi novia, así que quiero que te disculpes- dijo eso y tal vez me apretó la mano con todas sus fuerzas.
-          Jajaja, no lo voy a hacer y no entiendo qué estás intentando hacer con tu mano.
Después de un rato de mantener ese tipo de intercambio de palabras con él me aburrí y le dije a Gus, uno de mis asesores de concreto y una leyenda viviente entre los ingenieros de las últimas tres generaciones o una más por su desempeño en las reuniones de alcohol, que platicara un rato con él porque no entendía que pasaba; logré escapar durante un rato hasta que el joven se le acordó con quien hablaba al principio, temeroso de entrar en una plática infinita acerca de si es o no irrespetuoso sugerirle a alguien entablar relaciones sexuales con un tercero decidí transferírselo a Oso, quien unos minutos después estaría a punto de llorar.
En el after no pasó nada, todos estaban muy cansados; si alguien me pregunta tendría que decirle que lo único interesante que ocurrió fue que Gus en un arrebato, que pareció producto del azar, le dijo a nuestro amigo de parientes noruegos “te apuesto cinco mil pesos a que el Gordo (a veces llamado como un oso protagonista de cuentos infantiles) baja 20 kilos en dos meses”, el joven de ascendencia europea contestó molesto “nel, me estás jodiendo” a lo que todos exclamamos consternados “no mames, puede que este sea el dinero más fácil que harás en toda tu vida” el dueño de la casa finalmente aceptó la apuesta y todos reímos.
Decidí que era tiempo de partir cuando finalmente entendí que no quería morir mientras me quedaba dormido al volante; el problema era que llegué a ese lugar con otros cuatro y uno de ellos estaba en un profundo estado de inconciencia de modo que tuve que instar a uno de mis acompañantes, cuyo apellido hacía alusión a los bosques, que lo despertara para que pudiéramos iniciar nuestro regreso; aceleró su mano contra la mejilla del joven en tres ocasiones sin resultados satisfactorios, pero después de unos segundos reaccionó y nos pudimos ir. En el camino a casa estuve pensando en el concreto, algunas buenas ideas me golpearon en la cabeza, las cuales eventualmente fueron reemplazadas por otras; ese día algunas personas hablaron conmigo como le hablarían a alguien con talento, lo único que tengo que decir acerca de eso es que el alcohol es malo o tal vez no.
Algunos meses después me invitaron a la playa con motivo del cumpleaños de Oso. Después de un curso de diseño estructural, mi amigo cuyo apellido hace alusión a los bosques y yo partimos hacía el mar, no sin que antes él comprara alcohol durante los últimos cinco minutos que era legal comprarlo ese día.
Nos perdimos, vimos algunas muchachas, demasiado jóvenes como para que no fuera ilegal pensar en ellas, y acepté que los amortiguadores de mi coche ya no aguantaban el peso de antes. Después de un rato encontramos la casa, algunos amigos estaban ahí, Charmander (el cual estaba a unas horas de ganar su nombre) me dijo “Te estaba esperando, algo bueno va a pasar”
-          A ti te tengo en un muy buen concepto porque no crees en Dios- me dijo Charmander.
-          Lo único que te puedo contestar es que tal vez conoces a pocas personas.
Mientras la noche se hizo más vieja el alcohol fluyó más rápido, Charmander puso en la mesa una botella de whiskey barato, pero algo bueno, y dijo “vamos a tomar esto” y yo me mostré muy lejos de desagradar esa idea, ese fue el inicio de nuestra perdición.
Un vaso tras otros, pláticas azarosas, eventualmente el Gordo y Gus llegaron; una reunión de alcohol no podría llamarse así si Gus no llega, porque si lo hace al menos media hora se habla de sus aventuras y malas decisiones en sus momentos de intoxicación.
Habría que anotar que el último consejero de Ingeniería de mi generación únicamente bebió Sprite rebajada con agua mineral. Una larga noche fue, en algún momento perdí la razón, a las seis de la mañana del día siguiente amanecí en el suelo sin poder hilar de manera coherente mis palabras, algo épico acababa de acontecer.
En algún momento entre las tres y cuatro de la mañana Charmander y Pollo decidieron partir en sus vehículos. Pollo, joven cuyos apellidos eran iguales y según yo y tal vez un amigo cuya ascendencia es alemana, es una basura en todo excepto en topografría, se había mantenido cauteloso acerca de su ingesta, pero Charmander y yo habíamos acabado con una botella sin rebajarla con ningún tipo de líquido. Habiendo avanzado sólo unas esquinas un agente de la seguridad decidió que el día se prestaba para detener a una fila de diez automóviles, entre los cuales estaban los jóvenes antes mencionados.
Lo siguiente me fue relatado por Charmander, más o menos lo parafraseo y puede tener lagunas dado que mi memoria no es tan buena.
-          No mames, Pollo no había tomado nada, yo estaba tranquilo y lo iba siguiendo cuando esos hijueputas se pusieron en una esquina en que a huevo tenía que cruzar, porque ¿si viste que la calle cambiaba de sentido? y esos maricones lo sabían, bajaron a Pollo y pensé ya me llevó la verga.
Me bajaron nos hicieron el alcoholímetro y salimos jodidos, pero yo le dije a la verga no te voy a dar mis llaves, el policía me dijo “Ah no vas a cooperar” y después se volteó a ver a su camarada y le dijo “muéstrale cómo va a cooperar” y me aporrearon contra el carro.
No sé si el acto de rebeldía de Charmander realmente tuvo lugar, ya antes me había contado que debido a sus conocimientos de física hizo llorar a una señora que lo chocó; habiendo dicho esto me viene a la mente la vez que me dijo que al quitarle la tapa a su celular Nokia y prenderle la lámpara mujeres desconocidas en un antro posaron esperando una foto.
Nigel, quien odiaba que le dijeran “Naiguel” porque se oye asqueroso, iba con ellos y le llamó al último consejero de mi generación para que vaya a buscar los carros y no se los lleven al lugar ese donde guardan los autos de los jóvenes o adultos descarriados.
El consejero y un tipo que no recuerdo llegaron corriendo a evitar la gran tragedia que significa para un hombre perder su coche, al arribar  el consejero y el otro joven pidieron permiso a los oficiales para llevarse los coches diciendo que no habían ingerido alcohol y que el reglamento se los permitía. Los representantes dijeron ignorar esa capacidad y reprimieron de manera violenta cualquier intento de diálogo, Charmander y Pollo fueron conducidos a los separos sin que nada pudiera hacerse.
Unas horas después yo despertaba, el consejero, Nigel y tal vez otra persona estaban sentados a la mesa de la casa de la playa, me uní a ellos, intenté hablar, pero no pude. Esperamos hasta las ocho para ir a la estación de policía e intentar pagar la fianza cuando recordamos que el dinero con el que contábamos no era suficiente para sacar a los dos.
Desayunamos, nos cambiaron tres veces el horario para ir a recoger a las personas detenidas, intercambiamos ideas acerca del litio; Nigel comentó que en su mundo perfecto todo es como GTA, todos somos ateos y el porno es ilimitado, eventualmente llegó la hora de decidir quién era el que salía:
-          No podemos sacar a los dos, sólo hay lana para uno, vamos a lanzar una moneda- dijo el consejero
-          Cara le lleva la verga Pollo- dije yo y le llevó la verga tres veces a Pollo.
No sabíamos quién de los tenía dinero suficiente como para pagar su fianza; sin embargo, Nigel harto de que le hablaran todos los familiares de Pollo sugirió que era mejor idea pagar la de él.
Pollo salió temblando, sin cinturón o agujetas, llevaba consigo gran cantidad de dinero y poco tiempo nos enteraríamos que Charmander dejó todas sus cosas en el coche que le decomisaron.
-          ¿Cuánto tomaste?- le pregunté a Charmander
-          Yo estaba tranquilo-
-          Jaja, el límite de alcohol en la sangre es .8, Pollo superaba por un poco el límite, pero este wey tenía 2.77, un poco más  y se convertía en inflamable- dijo Nigel
-          ¿No que estabas tranquilo?- le volví a preguntar a Charmander.
-          Casi se convirtió en un Charmander- dijo Nigel
-          Jajaja, me rompiste la madre- contestó el recién nombrado
Después de todo el drama familiar que provocó que esos dos jóvenes pasaran unas horas en la cárcel nos dimos cuenta que de todo eso algo bueno había dejado y era haber visto a una joven vestida de rojo y bien proporcionada, la última vez que vi a Charmander estaba saltando de mi carro en movimiento.



viernes, 2 de agosto de 2013

23 y contando

Caminaba sobre la avenida Itzaes en esta hermosa y por demás lluviosa tarde con la laptop de mi bella novia bajo el brazo y sumamente ofendido porque a algún imbécil Residente de Medicina Interna se le ocurrió joderle la vida a mi novia y a su grupo de guardia; pensé en llegar a casa y escribir en alguna Red Social acerca de mi descontento y desahogarme publicando cuanto improperio haya en mi léxico, o simplemente redactar un cuento en el cual me describiera a mí mismo como un ser omnisapiente que pusiera en ridículo total a los principales representantes de la medicina interna de nuestro país; sin embargo, con el caer tan constante del agua se fueron diluyendo mis disgustos, de tal manera, que para el momento en que abordé mi camión, aproximadamente 20 minutos después, tan solo quedaban resquicios, que más bien eran un ligero dolorcillo de cabeza y se me ocurrió pensar:
"¿Por qué habría de enojarme contra un grupo de personas que ni siquiera conozco y muy probablemente jamás conoceré?"
Si bien es cierto que hicieron, y hacen, sufrir a mi novia también es cierto que alguien o algo los hará sufrir a ellos, y con tener estancias de hasta 36 horas seguidas cada tres días me parece que es suficiente. Pensé también que no debo molestarme porque con el enojo de mi novia basta, además soy joven apenas tengo 23 años y en algunos meses más cumpliré 24, en ese lapso de tiempo debo de empezar diversos e importantes proyectos y finalizar otros no menos importantes, a saber, debo terminar mi tesis para poder titularme y dar por terminada mi vida académica, debo empezar a trabajar, y de ser posible debo empezar a velar por mi independencia. Con estas ideas en la cabeza me dije a mi mismo:
- Alejandro, tienes todo lo que en el pasado pudiste desear para cuando tuvieras esta edad.
Sonreí y seguí mi camino pero después de dos cuadras la más cruenta verdad llegó a mí, no lo tengo todo; aún no puedo pasar un juego de GBA sin en el proceso tener que leer la guía completa del juego en cuestión o usar cheats para su resolución.

lunes, 29 de julio de 2013

Sus ojos

No me percaté de su presencia hasta que estuvo lo bastante cerca para tomarme entre sus brazos, para ser sincero no intenté huir porque no sentí ninguna amenaza.
Me levantó con cuidado y sonrió, su sonrisa era hermosa en diversos sentidos, una sonrisa infantil con toda la inocencia e ingenuidad que podía dibujar; le pregunté por sus intenciones pero no hubo respuesta, la barrera del lenguaje aun no se había roto entre nosotros.
Cuando empezó a lanzarme al aire pensé: “Es un poco tosco pero es normal para alguien como él”. Me asusté un poco pero enseguida todo pasó al darme cuenta de su destreza y habilidad.
Al cabo de unos instantes se cansó, me dejó donde estaba y se fue a refrescarse con el agua de la manguera, un día tan caluroso como hoy no permitía realizar actividades extenuante durante tiempos tan prolongados. Fue en el momento en el que pretendía darme agua cuando me di cuenta que no todo andaba bien, llenó el contenedor en el que habitualmente me dan de beber y cuando estaba empezando a tomar agua volteó el traste sobre mí, en ese momento no sonrió pero asumo que es normal, ya antes lo había visto hacer cosas semejantes con otros.
En ese momento me volvió a agarrar pero yo ya no estaba tan seguro de querer seguir jugando con él, le pedí que me soltara pero volvemos a lo mismo, aún no me entiende, hice lo único sensato que se me ocurrió, llorar. Gran error, mi llanto lo asustó empezó, acto seguido me depositó en el suelo con estrépito lo cual me asustó más y provocó que mis quejidos aumentaran. Fue en ese instante que lo vi, sus ojos oscuros no eran los de alguien en quien se puede confiar.
“Querido diario:

Hoy sin querer, creo, maté un gatito. No es la primera vez que mato a un animalito, pero este era un bebé, lo devolví a su casita antes de que llegara mi mamá, mañana le diré que amaneció muerto. Me asusté cuando se puso a llorar lo único que se me ocurrió fue pegarle en un su cabeza con un palo, creo que lo desnuqué. Lo bueno es que todavía quedan otros tres, así su mamá se olvidará rápido de él y no llorará mucho porque ha muerto”

miércoles, 24 de julio de 2013

El vestido de arcoíris.

Llamó alguien llamado Eddy, preguntó si viste su gato”. Mamá
¿Eddy? No conozco a nadie llamado Eddy, a menos que sea el estúpido que entró en tercero o cuarto a mi primaria. Sí, puede que sea él, aquel niño que una vez por falta de luces y una mala combinación de eventos se rompió el brazo, pero ¿cómo sabe mi número? Y segundo ¿cómo podría yo haber visto su gato si no sé dónde vive?
Después de comer un plato de cereal olvidé el asunto, eran vacaciones, mi cerebro ya lo estaba desde hace varios años. La casa de mi madre no es muy grande, tiene tres cuartos es naranja y filtra el aire de manera ineficiente a través de mallas llamadas miriñaques. Pasé horas y horas acostado en esos horribles días llamados de asueto, tal vez de haber sido menos grosero o barbudo hubiera tenido amigos invitándome drogas, pero no fue así.
Llegó el momento en que el mantenerme reclinado fue insoportable, salgo de mi casa, camino por el lugar destinado a mantener a los automóviles secos o asoleados, llego a la reja blanca de 2 metros de altura, barrotes tapados hasta tres cuartos por un tejido metálico útil para evitar que las cabezas de los perros la atraviesen; la abro y a mi alrededor nada, nada, rubia pegando papeles, nada, nada, espera, ¡Rubia pegando papeles!
Estudié ingeniería durante 5 años, en una escuela de edificios de dos pisos pintada de gris cárcel, con un estacionamiento pequeño y ausencia prácticamente absoluta de mujeres o mujeres que bajo un estándar aprobatorio de preparatoria pasaran el filtro; aun así sigo viendo a las feas, feas y esa rubia no lo era.
Era martes, al salir me manché un poco con la pintura blanca a base de aceite con la que pintaron el nuevo aditamento de la reja. Me acuerdo que ese día hubo mucho calor, yo andaba sin zapatos, sin camisa y con un short negro que tenía dos rayas a cada lado sin bolsas. Eddy andaba con una prenda de mezclilla cortada quince o diecisiete centímetros arriba de sus rodillas, una blusa morada y pecas en la cara, sus ojos verdes y la concentración en la preocupación.
Nunca he vuelto a ver gente pegando carteles de objetos o entes orgánicos desparecidos, tal vez es costumbre de los gringos que siempre describen esa actividad en sus películas. Al verla me asusté un poco; a pesar de que mi vida sería más feliz si pudiera andar todo lo que me placiera sin camisa, me avergonzaba un poco de mi cuerpo moldeado por la desidia y la falta de propósito.
No pude dejarla de ver durante un buen rato, me mantuve entre el pequeño espacio que dejaron las rejas que abrí, cuando estuvo a dos casas de la mía se le ocurrió voltear hacia el este y al reconocerme me hizo un ademán, yo por mi parte sin disimular intenté voltear mi cabeza con el afán de que no interactuara conmigo en esas fachas.
Eddy comenzó su carrera y terminó en mi reja.
      -       ¡Hola!- lo dijo algo agitada, algo de sudor caminaba por su cuello.
      -       Hola- dije extrañado, no recordaba su nombre, ni su cara, ni sus ojos, ni sus sueños, o sus piernas o su voz.
      -       Nos conocimos en mi cumpleaños hace 13 años, mi mamá me hizo invitar al salón y tú fuiste el único que no se quitó la camisa para meterse a la piscina, jajaja- Eddy habló como si su mente grabara cada segundo de la vida.
      -       Mmm, lo recuerdo vagamente- mentí- pasa si quieres, te ves cansada.
Eddy caminó sin cautela, con paso firme y espaciado, sus zapatos fueron azules y las agujetas naranjas, los calcetines de aire; no medía más de uno sesenta, sus cabellos rubios pasaban de los hombros; su figura, envidiable por algunas, fue moldeada por horas y horas de bailes latinoamericanos. Al entrar, tomó la primera silla rota que encontró y se sentó en el lugar con mejor ventilación y vista a la ventana, puso los codos en sus rodillas y llevó sus manos a la cara, tomó su pelo y lo asió fuertemente por unos segundos, después de eso con una sonrisa encantadora miró a su alrededor; todo ese espectáculo me hizo casi tirar la jarra de agua que acabé de preparar segundos antes.
      -       ¿Qué te trae por aquí?
Eddy miraba su vaso de agua mientras rodeó su superficie con el dedo índice.
      -       Ayer por la tarde estuve por aquí, vine con un amigo a darle vueltas a unos pequeños parque llamados manguitos con mi gato, el cual aparentemente ya no quiere saber de mí; aproximadamente a las 10 huyó y se metió en una de esas casas verdes con rejas bajas y no lo he podido encontrar.
      -       Tú eres parecida a mí.
      -       ¿Por qué lo dices?
      -       Ninguno de los dos se ha preocupado por averiguar el nombre del otro.
      -       Eso es porque yo ya sé el tuyo.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero no uno de esos que son provocados por el miedo, sino de esos que tienen su origen en la incomodidad de las situaciones sociales; no fue justificado en lo absoluto, al pronunciar lo anterior Eddy no sintió ninguna necesidad de reprocharme conducta alguna. Mi silencio fue como de 10 segundos que tardaron como 10 horas por culpa de Einstein, durante ese tiempo Eddy tomó algo de su agua.
      -        Mmm, jajaja, tranquilo me llamo Eddy-. Lo dijo de una manera tan natural que nadie podría haberse sentido no bienvenido.
      -       Perdón, es que ha pasado tanto tiempo, ¿cómo has dado con mi número? Poca gente de mi edad me conoce o interactúa conmigo-.
      -       Un vecino tuyo me dijo que el gato se metió a tu casa y me dio tu teléfono porque ya era tarde.
      -       Si quieres podemos salir a buscarlo, mi tiempo es infinito y mi aburrimiento se le compara.
Caminamos juntos al salir, más o menos a la misma altura. Al salir, el sol seguía calentando la superficie de la manera infame que la localización del planeta con respecto a él le imponía. La calle estaba vacía, el silencio matinal de una colonia que había visto su juventud hace 30 o 40 años reinaba. A lo largo de la esquina se veían plantas en la puerta de cada casa, habían ficus y una planta que produce flores amarilla cuerpo cilíndrico que terminan abriéndose sin producir pétalos diferenciados, aquélla produce grandes cantidades de savia y frutos como rombos.
Casi al final de la calle oímos un ruido que aunque no tan alto, contrastó con la atmósfera dominante, al caminar hacia la fuente el rumor se hizo más grande, tanto que corrimos hacia él. En un arriate perteneciente a la penúltima casa, en un pequeño árbol de no más de un metro y medio, se desarrollaba una lucha a muerte.
Tres animales de tamaño disímil se encontraban luchando por quitarle la vida uno al otro, un gato gris frío al 75%, un pájaro negro llamado “cau” de pico de 7 cm. y tan grande como un pequeño pollo y una pequeña paloma llamada “tortolita” se veían envueltos en una pelea en el interior del árbol. Al caer la tortolita, el gato y el cau la atacaron y con suma violencia la empezaron a destrozar, extrayendo uno a uno sus órganos en un festín sangriento cuyo sonido se hizo espantoso. Una vez desaparecidos los restos de la tortolita, el gato intentó atacar al Cau, pero entre él y sus deseos se interpuso Eddy quien atrapó al gato, el cual tuvo la cara barnizada de sangre. Eddy tomó a su gato y huyó despavorida.
El verano terminó y con ello mi primer año de soledad en un nuevo ambiente, el laboral. Pasó largo tiempo antes de que volviera a saber de Eddy, quien le dejó su correo a mi madre pues yo vivía ahora en una casa de dos piezas al mayor oeste posible de la ciudad. Un día se me ocurrió escribirle mi teléfono para así poder platicar con alguien, las calles donde está mi residencia son azules y vacías, pero no es Buenos Aires, Argentina.
El 2 de marzo del 2016 recibí el siguiente mensaje:
“Iglesia de Xxxx a las 13:42, necesito que tengas auto”.
Llegué a la una cuarenta y Eddy salió corriendo de la iglesia con un vestido blanco y largo, dos amigos atrás de ella. La larga escalinata la vio caer dos veces y cada vez que se levantó, corrió más rápido; el viento soplaba en el día gris, los relámpagos gritaban y los árboles eran desmembrados. Su amigo se sentó a la izquierda del asiento trasero y la amiga a un lado de él; Eddy se sentó en el asiento del copiloto puso sus codos en las rodillas tomó su pelo y lo asió fuertemente, toda la comitiva se acercaba hacia nosotros. Yo mantenía mi mirada en el semáforo de en frente, el camino se encontraba despejado, un rayo impactó el columpio que sigue en el cajón de arena del parque donde está la iglesia, la gente se detuvo y Eddy gritó desesperada y con los ojos desorbitados “Vámonos”.
Avanzamos unos kilómetros, sus amigos continuamente le recriminaron su impulsiva manera de actuar, cuanto de su futuro se truncaba por su decisión y lo infeliz que volvía a su madre. Al acercarnos al mar Eddy les gritó que se bajaran, continuamos hasta el tanque de gas hizo marcar al automóvil que ya no podría andar mucho más, Eddy lanzó sus zapatos por la ventana y con una sonrisa radiante en los labios y lágrimas en los ojos se bajó del carro y corrió por la orilla del mar.
Sentado en un montículo de arena la vi correr y dar vueltas mientras ondeaba su vestido en el cual yo veía que su blancura se descomponía en un arcoíris de felicidad. Pasé unos días con ella en la casa de mi abuelo a unas esquinas de mar; Eddy era feliz, pero yo no tuve nada que ver, era feliz por el aire, el color amarillo, la marea, por la parte de la pared que en la esquina superior se caía debido a la corrosión del acero de refuerzo en su interior.
Estuve con ella lo suficiente para que el tiempo no se volviera menos colorido; porque como las canciones que más nos gustan, no conviene escucharlas mucho.




lunes, 15 de abril de 2013

Montañas

Te amaba transparentemente, detrás de un velo que el viento hubiera desgarrado de haber tenido la suerte de soplar cuando conocí el lunar de tu labio superior.
Era sencillo deambular y olvidar quien soy, qué me define y quién eres. Eras sólo un recuerdo que nunca tuve, un fantasma sin leyenda, una escultura que la falta de imaginación o el deseo sin consumar dejó sin autor.

Algunas veces era difícil creerte, etérea, inalcanzable e improbable. Danzas en alturas inconmensurables, prohibitivas para el que en montañas se ha encerrado y sin ganas de salir ha olvidado admirar tu sonrisa y disfrutar de tu compañía.

                                                                                                                  Dedicado a quien nunca lo leerá.

¿Piensas en mí?

¿Piensas en mí? ¿Recuerdas nuestros días bajo el sol?  ¿Sientes un hoyo en el corazón?  Al ver hacia adelante ¿encuentras el principi...