jueves, 16 de septiembre de 2010

Nunca se tiene lo que se quiere por Memo

Apenado por haber dicho ponido y por haber contado un chiste tan malo que nadie siquiera fingió que era chistoso, decidí suicidarme en mi auto, pero de ninguna manera lo haría solo…
Esa ha sido mi peor decisión, dado que luego tuve que pasar el ridículo de haber sido el único sobreviviente.

Empujado o a golpes fui expulsado de mis círculos más cercanos, ya fuera mediante reclamos, demandas o simplemente porque al fin encontraron una excusa para alejarse de mí. En fin, me apegué al antiguo dicho que reza “un libro es tu mejor amigo en la soledad” (dicho que inventé porque me habían cortado el cable y no podía ir al cine por falta de fondos). El siguiente paso era encontrar una librería amiga. El único problema era que en todas me trataban bien, por lo que no me servían.

El día en que la vi, vomité. No sé si fue el olor o que me había comido una naranja con mucha sal y azúcar. Era modesta y conservadora, no era muy alta, ni muy gorda… pero estaba llena de libros.

La razón por la que me enamoré de ella fue la muchacha que la atendía. Cuando entré me dijo:

―No tenemos Harry Potter ni Juventud en éxtasis.― intenté besarla pero ella ya se la sabía y en seguida me hecho gas pimienta.
 
Me volví un cliente frecuente (aunque nunca compré un libro). Después de un mes ya fui capaz de entablar una conversación con ella.

―Si fuera por mí, andaría en calzones todo el día― me dijo, mientras yo intentaba encontrar algún cambio en su voz que me indicara que era una broma, pero no la encontré.

―He oído que el gobierno tiene un pacto con la industria algodonera y con la iglesia. Con los primeros tiene un pacto de fomento a cambio de una parte de las ganancias, y con los segundos se comprometieron a proporcionar las camisetas para las procesiones― le contesté, con mi teoría de la ley de las buenas costumbres.

Ahora que estaba solo las horas eran largas y mis problemas acentuados. El único consuelo que encontraba estaba en la librería.

―Yo creo que si te caen tan mal los amigos de tu novia, lo que tienes que hacer es mandarlos a la chingada en un medio de comunicación masivo― me dijo ella.

Al siguiente día hablé un programa de televisión de paga donde te permiten decir lo que quieras.
―A ver, hermano, ¿qué quieres externar?― me dijo el conductor que me caía tan bien.
―Pues quisiera decir: “Nombre de mi novia, mi amor, dile a tus amigos que se vayan a la chingada.
―Muy bien, hermano, que sepa quién manda, te cuidas.
Inmediatamente sonó mi teléfono….

―Me cortó― dije.
―¿No eso querías? Pensé que sólo no te atrevías a pensarlo― contestó ella.
―Estás loca― respondí.
―Ya voy a cerrar, ven a llorar mañana.
 
Mientras ella se alejaba veía su pelo ondear, y me di cuenta de que lo que miraba estaba muy lejos de ser feo… aunado a su inteligencia y violencia inherentes, ella era perfecta. Al poco tiempo me di cuenta que corría hacia ella. No advirtiendo que era yo quien la perseguía, empezó a gritar. Yo intentaba alcanzarla, pero ella corría como el demonio. De repente me sentí volar, era derribado por un policía…
―Muchacho, ¿qué te pasa? ¿por qué sigues a la señorita? Estás loco― me decía mientras me esposaba.
―Es que la amo― le contesté.
Cuando al fin ella volteó, todo se aclaró. Mientras los policías apuntaban mis datos por rutina yo tuve tiempo de externarle lo que sentía. Lo extraño era que vagamente ella me correspondía.

Terminado el proceso de toma de datos empezamos a caminar tomados de la mano. Nuestras miradas entrelazaban mundos paralelos, nuestros corazones latían al unísono, encontrábamos lo que tanto nos hacía falta: comprensión.

―¿Quieres ser mi novia?― mis labios temblaban, me sentía sudar por todo el cuerpo, las lágrimas casi nublaban mi visión, todo era perfecto, sus ojos color miel, su delicada piel, los hermosos hoyuelos que se le formaban al sonreír. Veía regresar mi felicidad.
―Claro que s…

Me sentí volar de nuevo y no en sentido figurado. El policía me empujó con la fuerza de un toro a la pared más cercana.

―Está usted arrestado por homicidio imprudencial y evasión de la justicia― me dijo el policía.

No es que no lo esperara…

―¿A poco creías que te nos ibas a escapar? ― continuó.
―Ni modo, nunca se tiene lo que se quiere― dijo ella y se empezó a reír con el policía con un halo de complicidad.

―¿Qué? ¡Tú lo sabías! ¿Por qué no me dijiste? Sólo me usaste― respondí.
―Todos tenemos que, de alguna forma, romper el tedio, y como te dije, nunca se tiene lo que se quiere― dijo, y fue la última vez que la vi.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno, lentamente me convierto en un lector asiduo

Anónimo dijo...

Muy bueno, aunque veo que te incluyes en las historias, ya que el protagonista (y narrador) siempre es alguien con la lengua muy larga...

Guillermo Hernández Carrillo dijo...

no me pareció que el protagonista tuviera la lengua larga pero bueno si te gustó el blog recomiéndaselo a tus amigad :) saludos

Canela dijo...

Esta historia sí me gusta matarilerileró. :)

Leches dijo...

Muy bueno mi estimado aunq ignoro el por qué no lo había leido antes :)

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